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Integración sensorial y aprendizaje

  • Por Sonia Pérez Vara
  • 02 oct, 2018
Podemos entender la integración sensorial como la capacidad de captar, discriminar, integrar, organizar e interpretar las sensaciones e información recibidas del propio cuerpo y del exterior, con el fin de dar una respuesta cuerpo acorde y eficaz a un fin, una situación o un contexto.  Al ser un proceso automático que no requiere de atención ni consciencia es muy común no reparar en el hecho de que se puedan darse situaciones en las que esa integración pueda ser deficiente o pueda tener carencias, las cuales se producen porque el sistema nervioso central no tiene un funcionamiento normal y eficaz, pudiendo repercutir directamente en el comportamiento y, dependiendo de la intensidad, en el proceso de aprendizaje.

          Aunque  hay  diversas  disfunciones  relacionadas  con  la  integración sensorial, la dispraxia del desarrollo y la defensa táctil son algunas que interfieren en el aprendizaje.

       Ampliando un poco la información sobre ellas, la dispraxia del movimiento va a influir en la planificación de movimientos, dando como resultado la torpeza, una deficiente organización espacial, una gran dificultad al automatizar movimientos en la práctica de actividades físicas o, incluso, a la hora de aprender a escribir o a dibujar.  En el caso de la defensa táctil que consiste en la reacción exagerada y negativa a sensaciones táctiles, puede derivar en alteraciones nerviosas, con sus consiguientes comportamientos negativos. Por ejemplo, ciertos tejidos pueden dificultar que el niño esté atento a una explicación porque la tela le roza la piel o, con ciertas texturas como puede ser la arena, la plastilina, el material del que están hechos los bolígrafos o lapiceros, pueden generarle un rechazo y una situación de máxima incomodidad, evitando que pueda estar atento, así como ciertas reacciones violentas.

     Hemos de tener en cuenta lo importante que es detectar cuanto antes cualquier tipo de anomalía, cualquier cosa que para los padres o profesores se salga de los comportamientos normales relativos a niños de su edad, como pueden ser la dificultad de concentrarse al realizar una tarea, el exceso o defecto en la sensibilidad ante estímulos auditivos, visuales, táctiles, vestibulares o propioceptivos, un retraso excesivo en la utilización del lenguaje (habla, escritura…), dificultades para coordinar y realizar movimientos, problemas en las relaciones sociales… La consulta con profesionales especializados ayudará a descubrir el origen de los problemas, así como facilitará la forma en la que tratar de forma personalizada cada caso para que los niños sean más felices y se desarrollen de la manera más adecuada posible.

     Para ayudar en la integración sensorial, es aconsejable proporcionar al niño, desde muy temprana edad, experiencias que puedan mejorar la integración de los estímulos, desde el reconocimiento de sonidos a diferente volumen, el trabajo con diferentes texturas, como puede ser jugar con arena, hacer formas con plastilina o arcilla, hacer juegos con agua a distintas temperaturas, tocar objetos de texturas rugosas, ásperas, suaves...

    También a través de actividades basadas en el movimiento como columpiarse, montar en bicicleta o andar en patines, movimientos en los que participen ambos lados el cuerpo, juegos de coordinación visomotriz como lanzamientos, recepciones, pateos… Los juegos de coordinación podemos aplicarlos a través de deportes como el fútbol, el baloncesto, el balonmano…

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Cada vez que hay cambio de gobierno hay dos sectores que tiemblan a la espera de los cambios que les suelen afectar de forma directa: sanidad y educación. En el presente post no se va a hablar de sanidad. Tampoco de política. El objetivo es recoger en las siguientes líneas la relación existente entre movimiento y aprendizaje.

     Seguro que hemos podido vivir de primera mano, en nuestra etapa escolar, el valor que se le daba a la educación física: esa asignatura que todos (o casi todos) aprobábamos con buena nota y que era la preferida de muchos porque no requería de que resolviéramos las tareas a través de una ecuación o de una redacción. Valorada por los alumnos y descalificada por la sociedad en general (padres, profesores…), era la asignatura que se sacrificaba en pos de otras consideradas más importantes, como las matemáticas o el lenguaje. Pero, ¿sabemos exactamente qué aporta el movimiento al aprendizaje?

   Son muchos los estudios que demuestran que, en contra de lo que pudiéramos creer, el movimiento y el aprendizaje están relacionados íntimamente. ¿Cuál es la explicación a esta afirmación? Muy sencillo. Dependiendo del tipo de movimiento que realice nuestro cuerpo éste es controlado por unas zonas del cerebro u otras. Así, los movimientos más sencillos se realizarán desde las zonas subcorticales y los más complejos serán llevados a cabo gracias a la  corteza motora. Aunque parezca increíble, son las mismas áreas que las que participan en los procesos de aprendizaje. De esta manera, si los movimientos se han trabajado, adquirido, interiorizado y automatizado de forma correcta, esa zona quedará libre para que se puedan llevar a cabo otras tareas como, por ejemplo, el proceso de adquisición de la lectura o de la escritura, básicos en la etapa escolar.
 
    Pero no solo son éstas las zonas que están involucradas en el movimiento y el aprendizaje, otras zonas como el cerebelo, el sistema vestibular o el sistema activador reticular, van a influir en aspectos como el equilibrio, la coordinación, la postura, el movimiento, la percepción espacial, la memoria o la atención. Asimismo, diversas áreas del lóbulo frontal, como son el córtex prefrontal y las zonas dorsolaterales, van a intervenir en ambos aspectos, dando lugar a la resolución de problemas, la planificación y la secuenciación de los procesos a la hora de hacer o aprender cosas nuevas.

     Por consiguiente, si se diese a la educación física y al movimiento la importancia que tiene, facilitaríamos que esas zonas cerebrales quedaran libres para otras tareas de nivel superior como son el razonamiento, la atención o el lenguaje.

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